Partiendo de las ruinas que antaño fueron coso taurino, daremos una gran vuelta por la penillanura salpicada de enclaves rocosos que hay entre Benaocaz y el valle de Fardela. El objetivo es visitar la gran laja denominada Diente del Diablo, algunas rocas que destacan por su precario equilibrio, varios refugios ganaderos y dos fuentes: la del Chiquero y Ojito Nogal. De paso, disfrutaremos de los grandes paisajes que nos rodean y caminaremos a orillas del arroyo Pajaruco en uno de sus tramos más bellos, encajonado su cauce entre dos cerros.
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Desde esta ortofotografía vemos nuestra ruta y la zona por la que discurre, una franja encajada entre las sierras del Endrinal y el Caíllo. Se observa la gran deforestación que la aqueja procedente del carboneo, ello ha hecho que proliferen los prados y la ganadería.
Tenue luz matinal incidiendo en la vertiente oriental de la Silla.
El Diente del Diablo o Colmillo del Cao y su “negativo” en la pared de la que se ha desgajado.
El ingenio humano ha utilizado el Diente como aprisco ganadero y la hiedra ha trepado sobre una de sus caras para obtener la energía solar vital.
La proa del yunque parece cobijar al monte Higuerón. La Naturaleza excita la imaginación del montañero, que podrá soñar formas nuevas con la luz cambiante del día.
Otro prodigio de equilibrio que nos infunde un silencioso temor cuando pasamos por debajo.
En la ida, siempre a nuestra derecha, la sierra del Caíllo. Próxima y paralela a ella discurre la Cañada Real del Puerto de los Navazos a Campobuche.
Casi en los 1000 metros de altura, encontramos esta oquedad, labrada por una escorrentía del borde del cortado. En su interior, grutescos y otras formas caprichosas que nos recuerdan los belenes de la infancia.
Puerto de la cañada, en el que nos despedimos de la campiña próxima a Benaocaz y de la Silla.
Arcos, ventanas, oquedades... Milenario trabajo de meteorización y erosión en la caliza.
En lontananza, la zona de Jauletas
Ya en el inicio de Fardela, nuevas formas de adaptación al terreno y aprovechamiento humano de los accidentes naturales.
Empedrados y cerramientos de época incierta, nos evocan la antigua población del valle, documentada desde la Prehistoria.
Escultura vegetal en esta curiosa jardinera labrada en el tronco y lentamente colonizada. Enésima lección de adaptación de la vida en su pelea por el resquicio más remoto.
Flora humanizada en esta retorcida metáfora del dolor del nacimiento: el tronco parece parir un bloque alzado en vilo por las raíces.
Formas sugerentes, casi diríamos carnales, en el depósito calizo del desagüe del pilón.
En época de lluvias, rezuma agua por todo su contorno. Fotografía facilitada por Manuel Limón en visita posterior, noviembre de 2012. (El Blog de Manuel).
El Pajaruco encajado entre sierra Alta y los últimos coletazos del Endrinal.
A punto de cruzar el arroyo del Señorito. Al fondo sierra Alta.
Contrapunto cristiano de la parroquia de Benaocaz entre las ruinas del Barrio Nazarí.
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