El Salto del Cabrero, esa gran falla enclavada en la
sierra del Endrinal, puede ser visitada fácilmente desde el Puerto del Boyar
(Grazalema) o desde Benaocaz. Una buena opción es salir de cualquiera de los
dos sitios y desplazarse hasta el otro, aunque tiene el inconveniente del uso
de vehículos en ambos lugares. En esta ocasión, nosotros hemos optado por salir
desde Benaocaz, visitar con tranquilidad los diferentes enclaves que jalonan la
ruta, incluidos los dos miradores al Salto y hacer un regreso rápido. En total
casi 4 horas, ideal para salir de Benaocaz a las 10 de la mañana, bien
desayunados y regresar a almorzar. Fuimos el 8 de enero de 2012.
Ficha completa de la ruta. Aquí.
La ruta en Wikiloc. Descarga del track y waypoint.
Aquí.
Salimos desde la plaza de San Antón donde podemos
consultar varios paneles informativos. Un amplio carril nos conduce en bajada
hacía el arroyo Pajaruco. Si miramos a la izquierda veremos esta angostura
labrada por este arroyo entre Sierra Alta (izq.) y Endrinal; a media distancia
otro paso, esta vez del Tavizna entre la ladera del Higuerón de Tavizna y la
sierra de Albarracín. Entre ambos la bonita campiña del Pajaruco.
Cruzamos alguna cancela y ante nosotros una buena
perspectiva de la ladera por la que subiremos a la planicie del Puerto de don
Fernando. La lógica parece decirnos que tomemos la cañada de la derecha, pero
escalaremos por un sendero bien trazado más a la izquierda.
Nuestro descenso culmina en este puente utilizado
para cruzar el Pajaruco, casi siempre ofreciéndonos un cauce seco. Si
siguiéramos el lecho, cuenca arriba, veríamos como el agua se filtra entre los
grandes cantos rodados. Juan Clavero, en su libro sobre Grazalema, afirma que
fue construido en 1940 para sustituir a un primitivo paso de troncos.
A medida que nos acercamos a la falda de estas
últimas estribaciones del Endrinal, veremos a nuestra izquierda unos grandes
paredones salpicados por pequeñas covachas, enormes grietas, algún cantil donde
anidan los buitres y escasos arbustos que sobreviven en este inhóspito
acantilado. Arriba unos buitres nos vigilan.
Llegamos a una cancela por la que accedemos a la
finca del Puerto de D. Fernando y abandonamos la propiedad del Pajaruco. Un
muro de piedra seca separa ambas posesiones; sobre él un bardo formado por
ramajes espinosos y secos para que no salten las atrevidas cabras y los “bichos
montunos”. Pocas de estas vallas con bardo son las que quedan en la Sierra.
Cerramos la angarilla-somier y quedamos bien anclada
la gran y artesanal aldabilla de madera.
Tras cruzar un laberíntico lapiaz lleno de
callejones y grandes rocas de cortantes filos, el horizonte se abre: estamos en
la planicie. Avanzamos unos centenares de metros y encontramos esta calera. Un
panel nos habla de tiempos no muy remotos en los que la piedra caliza, las
aulagas y el fuego proporcionaban a los lugareños una forma de sobrevivir en
estos agrestes lugares.
Esta sería la sencilla estructura de una calera. En
ella la roca caliza se transforma en cal viva (óxido cálcico) mediante el calor
de las aulagas y cualquier otro desecho vegetal. Una vez bien “armada” la calera debía “cocer
3 días y 3 noches”. El producto obtenido, bien almacenado, duraba años. Para
usarla, la cal viva debía “apagarse” con agua, quedando así lista para enlucir,
blanquear, desinfectar, construir….
Seguimos en sendero por una zona llana y agradable
para caminar. A nuestra derecha un caserío, es la casa del Puerto de D.
Fernando, posiblemente habitada; en medio de la zona una solitaria encina: la Alcahueta.
De porte humilde, con su producción de bellotas se
aforaba la montanera de la finca, de ahí que esté registrada dentro del
catálogo de árboles singulares de Andalucía.
El caserío lo forman tres edificios grandes. En
primer plano, a la izquierda, el clásico aljibe serrano, reserva de agua de
lluvia para el ganado. También la cal servía para mantener su agua libre de
elementos patógenos.
Volvemos al sendero para culminar la suave subida
hasta el puerto (886 m). A nuestra izquierda continúan los paredones grises,
los laberintos, los callejones, solo salpicados de alguna atrevida encina que
parece imposible sobrevivan en este paraje ruiniforme.
Esa pequeña cima que emerge de la verde dolina no es
otra cosa que una de las cumbres del Salto del Cabrero, la más alta (985 m). La
dolina hemos podido leer que también se conoce como Llano del Callejón. Una vez
lleguemos al lugar los indicadores nos propondrán bajar al mirador 1.
Tenemos frente a nosotros el inconfundible Salto del
Cabrero. Parece ser que la parte izquierda (cerro de la Mesa) se desgajó,
descendió y se separó del primitivo peñón rocoso, mientras la cumbre derecha
pudo elevarse. Sea como fuere las leyendas colocaron al “pobre” cabrero saltando de una a otra. Encontramos
un panel informativo en el mirador “oficial”, pero para mejorar la perspectiva
debemos bajar unos 50 m a un segundo balcón.
Merece la pena volver la vista 180 grados y
contemplar en toda su amplitud la Sierra de la Silla y la campiña del Pajaruco.
De regreso al Llano nos llamó la atención lo que
parecía un puesto de cazadores. Pensamos, es el lugar ideal para enfilar a las
pobres aves que tratan de cruzar estas sierras; pero no, al visitarlo
encontramos a modo de una roca-pozo de unos dos metros de profundidad protegida
por esta cubierta. ¿Alguien conoce su utilidad o procedencia?
Desde Ubrique Juan Barea nos informa que se trata del "Pilón del Llano del Callejón". Se trata de pequeños depósitos naturales con el fin de recoger agua para los animales. Se protegían con piedras de los alrededores para que ningún animal cayese por descuido. Gracias Juan.
Una vez en la dolina continuamos el sendero, en
franca subida, como si tratáramos de llegar al Pto. del Boyar. Antes de 1 km
encontraremos estas ruinas que no hemos logrado identificar totalmente. Juan
Clavero habla de la Majá de Santo (la posible casa del usurero que prestó las 5
monedas de oro al cabrero) y en los mapas aparece en las proximidades el
cortijo del Santo.
Además de la casa, con paredes de piedra, en los
alrededores podemos encontrar amplios corrales, restos de algún frutal, paletonas y este cuenco con su asiento
para utilizar como un mortero.
Volvemos al sendero y avanzamos unos metros más
hasta topar con esta valla, tras la cual ya se percibe la sierra del Pinar. Después
de superarla encontramos un callejón y en fuerte baja; unos hitos de piedra y
un apenas perceptible sendero nos señalan el acceso al desconocido segundo mirador (o primero si venimos desde el
Boyar).
De grandiosa puede calificarse la panorámica; esta
vez la balconada desde la que nos asomamos domina el lugar y permite apreciar
mejor que desde el otro mirador la estructura de la falla.
Esta panorámica abarca desde la crestería previa a
la cima del Cabrero hasta el final de la meseta de la Mesa.
Regresamos al sendero oficial y retomamos la senda
camino de Benaocaz. Sin hacer ninguna parada en menos de 1 h 30 min estaremos
en el pueblo. En su mayor parte la vía coincide con la “Colada desde el Llano del Molino, por la
Ladera del Pajaruco y Camino del Puerto del Boyar”. Antes un último vistazo al
Pinar.
Bibliografía
utilizada:
-
Grazalema y otras sierras. J. Clavero. Anaya.
-
La Sierra Norte. Carlos Bell/Agustín G. Lázaro.
4 comentarios:
Una curiosidad: ¿que son las "paletonas" que nombráis junto a la casa?
Saludos y buenas rutas para 2012
Saludos José Manuel.
"Paletonas" es un término muy extendido en Andalucía para designar a las chumberas, una planta arbustiva de la familia de las cactáceas, la que produce los higos chumbos (en Villamartín al pregonarlos los anuncian como "frescos y gordos"). Creo que la especie más extendida por aquí es la Opuntia ficus-indica.
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Aqui os dejo un pequeño video, de el precioso recorrido que nos ofrece la ruta https://www.youtube.com/watch?v=_-urG-CZUJg
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